lunes, 2 de diciembre de 2013

LAS CRUZADAS
Otro gran movimiento en la Edad Media, bajo la inspiración y bajo  el mandato de la Iglesia, fueron las cruzadas. Estas comenzaron a finales del siglo once y continuaron durante casi trescientos años. Desde el siglo cuarto en adelante, incluso hasta el tiempo actual, multitudes realizaron peregrinaciones hasta Tierra Santa. Alrededor del año 1000 d.C., el número de peregrinos aumentó de forma considerable cuando se esperaba casi universalmente el fin del mundo y la venida de Cristo. Incluso después, cuando esos acontecimientos no ocurrieron, las peregrinaciones continuaron. Al principio, los gobernantes musulmanes de Palestina favorecieron las cruzadas. Sin embargo, más tarde los peregrinos sufrieron opresión, robo y algunas veces hasta la muerte. Al mismo tiempo, los musulmanes estaban amenazando el debilitado imperio oriental y el emperador Alejo le pidió al papa Urbano II que enviase a los guerreros de Europa en su ayuda. Por todas partes, en Europa se despertó el espíritu de libertar Tierra Santa del dominio musulmán y de este impulso resultaron las cruzadas.
Las cruzadas principalmente fueron ocho, además de muchas otras expediciones de menor importancia a las que también se les dio este nombre. La primera la proclamó el  papa Urbano II en 1905 d. C., en el Concilio de Clermont, donde una multitud de caballeros tomaron la cruz como insignia se alistaron en contra de los sarracenos. Antes de que la expedición principal se organizará del todo, un monje llamado Pedro el Ermitaño convocó a una multitud indisciplinada, que se dice fue de cuarenta mil personas, y la condujo al Oriente esperando ayuda milagrosa. Su desprovisto y desorganizado populacho fracasó. A muchos d sus miembros los hicieron esclavos y a otros mataron. Pero la primera cruzada verdadera la emprendieron doscientos setenta y cinco mil de los mejores guerreros de todo el país de Europa, conducida por Godofredo de Bouillon y otros jefes. Después de muchos contratiempos, sobre todo por falta de disciplina y disensión entre los líderes, tuvieron finalmente éxito en tomar la ciudad de Jerusalén y casi toda Palestina en 1099. Establecieron un reino sobre principios feudales y como Godofredo rechazó el nombre de rey, lo nombraron “barón y protector del sepulcro”. Al morir Godofredo, su hermano Balduino asumió el título de rey. El reino de Jerusalén duró hasta 1187d.C., aunque siempre en una condición precaria por estar rodeado, excepto por el mar, del Imperio Sarraceno y por estar muy distante de sus aliados naturales en Europa.
La segunda cruzada se convocó por las noticias de que los  sarracenos estaban conquistando las provincias situadas a poco distancia del reino de Jerusalén, amenazando la ciudad misma. Bajo la predicaci´n de San Bernardo de Claraval, Luis VII de Francia y Conrado III de Alemania condujeron un gran ejército par socorrer los lugares santos. Sufrieron muchas derrotas, pero finalmente llegaron a la ciudad. No puderon recupaerar  el territorio perdido, pero sí postergaron por una generación la caída final del reino.
En 1187 d. C., los sarracenos reconquistaron Jerusalén bajo Saladino y el reino de Jerusalén llegó  a su fin. Aunque el simple título “rey de Jerusalén” se siguió usando por mucho tiempo después.
La caída de la ciudad despertó a Europa a la tercera cruzada (1189-1191) que condujeron tres soberanos prominentes: Federico Barbarroja de Alemania, Felipe Augusto de Francia y Ricardo Corazón de León de Inglaterra. Pero, Federico, el mejor general y estadista, se ahogó y los dos reyes restantes se disgustaron. Felipe Augusto se fue a su patria y todo el valor de Ricardo no fue suficiente para llevar su ejército hasta Jerusalén. No obstante, concertó un tratado con Saladino, por medio del cual los peregrinos cristianos obtuvieron el derecho de visitar el santo Sepulcro  sin ser molestados.
La cuarta cruzada (1201-1204 d. C.) fue pero que un fracaso porque al final perjudicó mucho a la Iglesia cristiana. Los cruzados desistieron de su propósito  de ganar Tierra Santa e hicieron guerra a Constantinopla, la capturaron, saquearon y establecieron su propio gobierno sobre el Imperio Griego que duró cincuenta años. A ese imperio lo dejaron tan indefenso, que simplemente era un insignificante baluarte en contra del creciente poder de los turcos. Raza guerrera, no civilizada, que siguió a los sarracenos como el poder dominante musulmán después de la terminación del período de las cruzadas.
La quinta cruzada (1217-1222 d. C.) la realizaron Juan de Brienne, rey de Jerusalén, y Andrés II, rey de Hungría. Los citados monarcas atacaron sin resultado  a los sarracenos en Egipto y Siria.
En la sexta cruzada (1228-1229 d. C.) el emperador Federico II, aunque excomulgado por el papa, condujo un ejército a Palestina y obtuvo un tratado por el cual cedieron Jerusalén, Jafa, Belén y Nazaret a los cristianos. Puesto que ningún eclesiástico romano lo coronaría estando bajo la expulsión papal, Federico se coronó a sí mismo rey de Jerusalén. Debido a esto, el título “Rey de Jerusalén” lo usaron todos los emperadores germanos y después los de Austria hasta 1835 d. C. Sin embargo, por el disgusto entre el papa y el emperador, se perdieron los resultados de la cruzada. En 1244 d. C., los musulmanes tomaron de nuevo Jerusalén y desde entonces permaneció bajo su dominio.
La séptima cruzada (1248- 1254 d. C.) se realizó al mando de Luis IX de Francia, conocido como San Luis. Invadió por el camino de Egipto y aunque al  principio tuvo éxito, los musulmanes lo derrotaron y apresaron. Lo rescataron por un gran precio y fue a Palestina, permaneciendo allá hasta 1252 cuando la muerte de su madre, a quien había dejado como regenta, le obligó a regresar a Francia.
La octava cruzada (1270-1272) estuvo también bajo la dirección de Luis IX, junto con el príncipe Eduardo Plantagenet de Inglaterra, después rey Eduardo I. La ruta escogida fue de nuevo por África. Pero Luis murió en Túnez, su hijo hizo la paz y Eduardo regresó a Inglaterra a ocupar el trono. De modo que, por lo general, esta se considera como la última cruzada y fracaso completamente.

Hubo cruzadas de menor importancia, pero ninguna merece mención especial. En efecto, desde 1270 en adelante, a cualquier guerra emprendida a favor de la Iglesia se le denominó cruzada, aun en contra de los herejes en países cristianos.

tomado de Hurbut Jesey Igman, del libro Historia de la Iglesia Cristiana.

MIGUEL AUGUSTO MUÑOZ.

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